No somos hijos de los dioses
Por José Luis Sánchez(Colaboración del biólogo Jose Luis Sánchez)
No somos hijos de los dioses. No, no lo somos. Y si lo fuéramos habría que preguntarse de cuáles; de los dioses egipcios, de los griegos, del musulmán, del cristiano o de alguno de las miles de tribus africanas. El ser humano, junto con el resto de los animales, es producto de un proceso evolutivo que se inició hace ya algunos millones de años. La teoría de la evolución por selección natural es probablemente el avance científico más importante que haya habido, y que habrá. Nos descubre lo que somos y de dónde venimos. Es una pena que en los colegios no se le de la importancia que tiene, y que incluso en algunos esté prohibido hablar de ello, sin duda por chocar de plano con las ideas religiosas. Ya en su día, el propio Darwin fue el centro de risas y burlas, la fotografía de su rostro salía en todos los periódicos, superpuesta en el cuerpo de un chimpancé. Si venimos del mono, decían, ¿dónde está el eslabón perdido?
Hoy en día, los arqueólogos no han encontrado el eslabón perdido, sino cientos de ellos, los suficientes para formar toda la cadena evolutiva entre el homo sapiens y sus antepasados simios. Pero esto no sucede sólo en paleontología, en el resto de ramas de la ciencia pasa lo mismo, todos los avances en campos como en la geología, la zoología, la bioquímica o la genética, no hacen sino corroborar lo que dijo Darwin en 1859. La aceptación que la teoría de la evolución por selección natural tiene hoy en día entre la comunidad científica es similar a la teoría de Copérnico o la Ley de la Gravitación Universal de Newton, o sea, su veracidad no admite discusión.
Pero la ignorancia es gratuita, y cada uno puede tener la que quiera. Podemos seguir creyendo que la Tierra es plana o que los niños vienen de París. Lo malo es que esto no es inocuo, porque no estamos hablando de ser hincha de diferentes equipos de fútbol. Mientras no nos despojemos de estas creencias seguiremos asentando las bases del conocimiento en una mentira, y esto tiene su importancia, sobre todo si hay quien todavía sigue pensando que los animales no humanos han sido puestos aquí para que los hombres, con su alma divina, hagan con ellos lo que les venga en gana.
El verdadero respeto hacia todas las criaturas vivientes, el más puro, vendrá sin duda del conocimiento de lo que somos realmente. Todos estamos hechos de lo mismo, todos somos parientes, todos tenemos derecho a la vida, y como dijo el filósofo Jesús Mosterín, “No somos hijos de los dioses, somos primos de los monos arborícolas y nietos de los chimpancés, y a mucha honra".
Imagen: "Un venerable Orangután", caricatura de Charles Darwin como primate, publicada en "The Hornet", una revista satírica, en 1871. Fuente imagen: Wikipedia.